
Fábulas y Cuentos
El Túnel del Tiempo
Miladis recogió la muñeca hecha con los trapitos de colores que le regalaron en la pasada navidad. Se quedó mirándola con ojos de soledad y se hizo al lado de su madre quien terminaba de hacer las trenzas a Carolina, su otra hermanita. Ya se habían marchado su padre y su hermano mayor, poco tiempo después de tomarse el caldo con papas que cada mañana y con mucho afán, se les preparaba.
Miró nuevamente su muñeca y a continuación a su madre; tomó el valor suficiente y dijo con voz entrecortada: “ya-quie-ro-ir-a-la-es-cue-la”.
Casi no termina la frase cuando oyó el mismo grito de siempre: ¡Cuántas veces le voy a decir que a la escuela van a estudiar sólo niñas de siete años para adelante; usted no entiende que tan solo tiene cuatro!
Ese grito, era el mismo cada vez que hacía la petición; igual que siempre, le daba mucho miedo cuando hacía poner brava a su madre.
- Es que yo quiero ir a estudiar... y quiero que me den mogolla con leche... y quiero ir a formar y que me den una mochila para meter el cuaderno con un lápiz. La madre la miró con ojos estirados y ella comprendió de inmediato que debía irse a jugar a la otra pieza.
La otra pieza era un sitio no muy oscuro; apenas entraba una luz por entre las fallas del tejado. Allí era que iba cuando sentía temores, los que entretenía jugando con las viejas herramientas de su padre guardadas celosamente en un baúl de madera y aseguradas con un candado antiguo; una a una las miraba y luego las extendía sobre el piso de tierra. La única compañía era su muñeca de barro, que a veces le inventaba oficios de carpintera, tendera, profesora, vendedora de helados, dentista y hasta de estilista de peluquería.
- ¿Por qué será que las niñas de cuatro años, como yo, no pueden ir a la escuela? preguntaba a su muñeca acariciándole la cabecita. Esta pregunta siempre quedaba sin respuesta y guardada en la habitación junto al secreto cómplice de su compañía. Se concentraba luego en el juego y daba paso inmediato a su imaginación.
- ¡Mona, no estés de malosa! gritó su madre desde la cocina.
Pero Mona ya no le pudo oír; había fabricado con las herramientas de su padre un túnel de tiempo, por el que caminó, llevada de la mano de su muñeca de barro, directamente a la fila que su hermana Carolina hacía frente a la maestra. Allí estaba ella casi al final de la formación. Escuchaba un canto que parecía un himno, muchas banderas, también sirenas, carteleras, uniformados de la fuerza pública y otras personas bien vestidas que nunca había visto pasar; ¡y eso que la escuela queda en la misma calle larga en que queda mi casa!, balbuceó entre dientes.
Reconoció la voz de la maestra de su hermanita que leía un papel que decía cosas que no podía explicarse pero que entendió definitivamente:
El presidente de la república, en ejercicio de sus facultades constitucionales y en especial de las que confiere la Constitución política CONSIDERANDO: "… El Estado, la sociedad y la Familia son los responsables de la educación que será obligatoria desde los cinco años de edad…". DECRETA:
ARTICULO 1o. – La educación preescolar hace parte del servicio público y estará regulada por la Ley 115. ARTICULO 2o. – El nivel preescolar se ofrecerá de 3 a cinco 5 años de edad y comprenderá tres 3 grados, así: Pre-jardín, dirigido a educandos de tres años. Jardín, dirigido a educandos de cuatro 4 años y Transición, dirigido a educandos de cinco 5 años y será obligatorio.
Miró sorprendida y, con un rostro descompuesto, jaló de un tirón su muñeca de trapo hacia el camino por donde había entrado al túnel.
Desde allí escuchó a su madre que gritaba, desde la ventana que daba para la calle, a una vecina: Margot, “dijeron por radio que el dictador Rojas Pinilla renunció al gobierno y que no hay presidente en Colombia.